Sunday, December 18, 2005

AGUSTÍN SQUELLA Y EL PANORAMA CULTURAL AL FIN DEL SEXENIO LAGOS

Hay universidades privadas que simplemente hacen negocio
El ex asesor presidencial acaba de asumir en el Consejo Directivo de la UDP, y su nombre suena para rector. Aquí aclara su posición al respecto y analiza críticamente dos de las instituciones más influyentes del aparato simbólico y la industria cultural del país: la televisión y las universidades.
Mirko Macari, La Nación, 18 de diciembre de 2005.-


En el segundo piso de La Moneda -majaderamente llamado “mítico” por la prensa, según Squella- habitan solemnes los bustos y cuadros de varios ex Presidentes, que parecen observar inmutables desde algún lugar de la historia. Ahí queda la oficina de quien entre 2000 y 2003 ostentara el cargo de asesor presidencial, y cuya misión fue sacar adelante la “nueva institucionalidad cultural”.

A pocos como a él le sienta tan redonda la frase de Eduardo Galeano: “Si los pelos sirvieran para algo, estarían adentro de la cabeza y no afuera”. Porque Squella, profesor de Filosofía del Derecho y ex rector de la Universidad de Valparaíso, tiene el bichito de lo intelectual desde una adolescencia que lo impulsaba a entrar a estudiar Literatura. “Pero mi padre quería que fuera ingeniero y tuve que negociar. Terminé en Derecho, aunque me hubiera gustado estudiar Literatura o Periodismo”.

Porteño, hincha acérrimo del Wanderers y asiduo de los programas hípicos del Sporting de Viña del Mar, el también columnista de “El Mercurio” -autodefinido como un liberal de izquierda- acaba de ser nombrado miembro del Consejo Directivo de la Universidad Diego Portales.


UNIVERSIDADES DE MERCADO

-En estos años, las universidades han profundizado su proceso de mercantilización. ¿Eso es bueno, malo, inevitable o ninguna de las anteriores?
-Hay cerca de 70 universidades en Chile y no todas son iguales. Y así como hay universidades privadas que se declaran sin fines de lucro, pero que producen mucho dinero a sus dueños, también las hay que responden lealmente a esa declaración y que no son ni negocio de unos pocos, ni empresa familiar, ni cruzada ideológica.

-En estos años se celebra mucho la ampliación de la cobertura educacional superior, pero detrás de eso hay un forado de calidad, donde además los alumnos sienten que tienen derecho a recibirse simplemente porque pagan.

-Ha habido una cuota de irresponsabilidad en la expansión de carreras, en la multiplicación de sedes, porque otra vez es el mercado operando; pero también el mercado leído por autoridades universitarias que a veces no tienen los censores suficientemente críticos como para no creer que tienen que seguir, a cada rato, las señales del mercado.

-¿Usted cree en la separación entre universidades privadas y públicas?

-No pierdo de vista que hay algunas universidades privadas que en la práctica están simplemente haciendo negocios con la educación superior o vendiendo una determinada fe económica, religiosa o filosófica, y que para ciertos sectores se ha transformado en un instrumento ideológico. Yo las llamó universidades a la medida: de determinadas iglesias, de la masonería, del Opus Dei, del ejército o del empresariado. Son legítimas en nombre de la libertad de enseñanza, pero yo lo pensaría dos y hasta tres veces antes de mandar a un hijo a una de ellas. Preferiría siempre ese ámbito abierto y pluralista, tanto en lo político como lo social, de las universidades públicas.

-En el Chile de hoy, la producción intelectual al alero de las universidades pasa inevitablemente por el marketing y la viabilidad comercial. ¿Cómo daña eso a la cultura nacional?

-El marketing, la viabilidad comercial, no son cosas malas en sí mismas, pero se vuelven malas y hasta perversas en el caso de las universidades cuando se tornan hegemónicas dentro de los planteles. Hay bastante producción intelectual al alero de universidades que se manejan al margen de esas lógicas. Piense en lo que la Universidad de Chile hace en materia de extensión cultural, o en Raúl Zurita trabajando en la Diego Portales, o en Cristián Warnken y Armando Roa haciéndolo en otra, o en Gonzalo Rojas consiguiendo apoyo universitario para su fundación.

-A propósito, usted acaba de ser nombrado miembro del Consejo Directivo de la UDP. ¿Es el primer paso para ser el rector después de la salida de Cuadra?

-No, de la Diego Portales he sido profesor y hace varios meses se me había pedido que me incorporara al Consejo Directivo, porque en el mes de noviembre cesaba en sus funciones un integrante de ese consejo. Es una universidad donde enseño hace 22 años, aunque sea como profesor part-time, y por eso me hizo mucho sentido incorporarme al consejo, por lo que quiero a esa universidad y porque la respeto como proyecto. Continuaré haciendo clases, pero no tengo ningún propósito de ser rector.

-Pero si se lo ofrecieran, ¿aceptaría?

-No, tampoco es del caso que las rectorías se ofrezcan. Ya fui rector de la Universidad de Valparaíso durante ocho años, entre 1990 y 1998, y créame que al final terminé un tanto aburrido de la gestión universitaria. Yo soy básicamente un académico, no un administrador universitario. Como rector, era más feliz en el momento que cerraba detrás de mí la puerta de la sala de clase. Mis mejores alegrías en la universidad han estado con mis alumnos, en la imprenta donde se hacen los libros universitarios, en los seminarios. No tuve las mejores alegrías universitarias en el gabinete del rector.

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