Artículo de reflexión y discusión
La autocrítica de Eduardo Frei Montalva
Por Sergio Micco Aguayo, abogado y cientista político
No es cosa fácil para doña Juanita entender que con los recursos provenientes de los ingresos extraordinarios del cobre no podamos ser más generosos. Y que cuando las demandas de mayor justicia se hacen sentir más fuerte, insistamos en ahorramos que ni las naciones europeas ni Estados Unidos se permiten. Le dicen que en tiempos de vacas gordas hay que ahorrar, para que en los tiempos de las vacas flacas, como el bíblico relato de José, el faraón abra los graneros y gaste más. Suena convincente. Pero la señora Juanita tiene buena memoria y recuerda que cuando vino la crisis asiática, el Estado de Chile no gastó más. Incluso estableció la regla de el superávit fiscal de uno por ciento del PIB. Hoy la queremos establecer por ley. ¿En qué quedamos entonces? ¿No fueron años de vacas flacas? Y finalmente, la señora Juanita se pregunta si no habrán tiempos también de vacas normales, en los cuales los beneficios del crecimiento económico se distribuyan en forma más justa.
La duda no es sólo de la señora Juanita. También la tuvo Eduardo Frei Montalva cuando vivió tiempos de bonanza económica por un alto precio del cobre. Así lo expresó en una carta adjunta a un memorando de Eduardo Frei a Jorge Causas, su jefe de asesores económicos. En esa carta, fechada el 31 de agosto de 1971, se lamenta de lo conservador que fue en estas materias. “Los dos años más o menos decentes que tuvimos, el 65 y 66, fue cuando expandimos el crédito. A partir del 67, en que aplicamos un sistema restrictivo, las cifras se nos vinieron abajo. ¿Qué habría ocurrido si hubiéramos continuado una expansión mucho más orgánica y controlada que la de este gobierno?”. El Presidente Frei se refiere al gobierno de la Unidad Popular, el que haría uso y abuso de los ahorros dejado en 1970 en las bóvedas del Banco Central. Ello la llevaría a alcanzar el 50% de los votos en las elecciones municipales de 1971. Luego, tal política expansiva sería un antecedente más del colapso de la economía. Eduardo Frei se preguntaba si no había un justo término medio entre el exceso y el defecto.
En esa carta, Eduardo Frei recordaba a Cauas que “cuando en septiembre (de 1970) nos vimos en la necesidad de emitir para paliar los efectos de la elección, los monetaristas aseguraron que esto era la catástrofe. Pero no ocurrió así”. Con tristeza agregaba que “La única conclusión que saco es que si hubiera escuchado algunos criterios políticos, creo que el resultado habría sido muchísimo mejor, con gran ventaja para los técnicos, para el país y, sobre todo, con gran ventaja para nuestro gobierno”.
La Presidenta de la República ha planteado este dilema. Lo ha hecho con valentía y en su especial estilo. Cada vez que está con su Ministro de Hacienda, , le pregunta si pueden ir “un poquito más allá (Ríe) O sea, yo trato siempre de empujar mientras eso no implique poner en riesgo una política fiscal que es necesaria” (El Mercurio, domingo 9 de julio, D 6) El anuncio, dado el 21 de mayo, que gastaremos 130 millones de dólares de los excedentes del cobre expresa ese compromiso. Pero creo que tal solución ha resultado ser, a lo menos, una noticia modesta. Pues las protestas estudiantiles posteriores y las demandas de la ciudadanía han demostrado hasta la saciedad la necesidad de apurar el crecimiento económico y de realizar políticas sociales más igualitaristas. Pues una cosa es ser prudente fiscalmente hablando, y otra cosa es caer en lo que Amartya Sen, Premio Nóbel de economía, ha llamado el radicalismo financiero antiinflacionista y antidéficit público. Chile tiene una inflación bajo el rango de 4% anual y un superávit fiscal. Recordemos que el Tratado de Maastrich permite a los países europeos hasta un déficit de un tres por ciento. Y que la política monetaria norteamericana está obligada no sólo a controlar la inflación sino que a promover el empleo. ¿No estaremos siendo más papistas que el Papa?
Con la humildad del lego, afirmo que realizar una política fiscal más justa podría promover un crecimiento económico más fuerte y sostenido. Además nos ayudaría a financiar políticas sociales más dinámicas. Así la señora Juanita apoyaría más a su gobierno y sentiría que su democracia es más sensible socialmente. Sumo a todo lo anterior el hecho que los seguidores de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende demostraríamos que aprendimos algunas de las lecciones económicas de sus gobiernos, tanto las que nos inducen a la prudencia, como las que nos llaman a ser más justos. Y creo que Michelle Bachelet dormiría más tranquila, conciliando mejor su sensibilidad, de mujer y doctora, por los desamparados y las clases medias de Chile, y los duros deberes de una Presidenta de la República que sabe decir que “No” cuando realmente no se puede ni se debe hacer otra cosa.
No es cosa fácil para doña Juanita entender que con los recursos provenientes de los ingresos extraordinarios del cobre no podamos ser más generosos. Y que cuando las demandas de mayor justicia se hacen sentir más fuerte, insistamos en ahorramos que ni las naciones europeas ni Estados Unidos se permiten. Le dicen que en tiempos de vacas gordas hay que ahorrar, para que en los tiempos de las vacas flacas, como el bíblico relato de José, el faraón abra los graneros y gaste más. Suena convincente. Pero la señora Juanita tiene buena memoria y recuerda que cuando vino la crisis asiática, el Estado de Chile no gastó más. Incluso estableció la regla de el superávit fiscal de uno por ciento del PIB. Hoy la queremos establecer por ley. ¿En qué quedamos entonces? ¿No fueron años de vacas flacas? Y finalmente, la señora Juanita se pregunta si no habrán tiempos también de vacas normales, en los cuales los beneficios del crecimiento económico se distribuyan en forma más justa.
La duda no es sólo de la señora Juanita. También la tuvo Eduardo Frei Montalva cuando vivió tiempos de bonanza económica por un alto precio del cobre. Así lo expresó en una carta adjunta a un memorando de Eduardo Frei a Jorge Causas, su jefe de asesores económicos. En esa carta, fechada el 31 de agosto de 1971, se lamenta de lo conservador que fue en estas materias. “Los dos años más o menos decentes que tuvimos, el 65 y 66, fue cuando expandimos el crédito. A partir del 67, en que aplicamos un sistema restrictivo, las cifras se nos vinieron abajo. ¿Qué habría ocurrido si hubiéramos continuado una expansión mucho más orgánica y controlada que la de este gobierno?”. El Presidente Frei se refiere al gobierno de la Unidad Popular, el que haría uso y abuso de los ahorros dejado en 1970 en las bóvedas del Banco Central. Ello la llevaría a alcanzar el 50% de los votos en las elecciones municipales de 1971. Luego, tal política expansiva sería un antecedente más del colapso de la economía. Eduardo Frei se preguntaba si no había un justo término medio entre el exceso y el defecto.
En esa carta, Eduardo Frei recordaba a Cauas que “cuando en septiembre (de 1970) nos vimos en la necesidad de emitir para paliar los efectos de la elección, los monetaristas aseguraron que esto era la catástrofe. Pero no ocurrió así”. Con tristeza agregaba que “La única conclusión que saco es que si hubiera escuchado algunos criterios políticos, creo que el resultado habría sido muchísimo mejor, con gran ventaja para los técnicos, para el país y, sobre todo, con gran ventaja para nuestro gobierno”.
La Presidenta de la República ha planteado este dilema. Lo ha hecho con valentía y en su especial estilo. Cada vez que está con su Ministro de Hacienda, , le pregunta si pueden ir “un poquito más allá (Ríe) O sea, yo trato siempre de empujar mientras eso no implique poner en riesgo una política fiscal que es necesaria” (El Mercurio, domingo 9 de julio, D 6) El anuncio, dado el 21 de mayo, que gastaremos 130 millones de dólares de los excedentes del cobre expresa ese compromiso. Pero creo que tal solución ha resultado ser, a lo menos, una noticia modesta. Pues las protestas estudiantiles posteriores y las demandas de la ciudadanía han demostrado hasta la saciedad la necesidad de apurar el crecimiento económico y de realizar políticas sociales más igualitaristas. Pues una cosa es ser prudente fiscalmente hablando, y otra cosa es caer en lo que Amartya Sen, Premio Nóbel de economía, ha llamado el radicalismo financiero antiinflacionista y antidéficit público. Chile tiene una inflación bajo el rango de 4% anual y un superávit fiscal. Recordemos que el Tratado de Maastrich permite a los países europeos hasta un déficit de un tres por ciento. Y que la política monetaria norteamericana está obligada no sólo a controlar la inflación sino que a promover el empleo. ¿No estaremos siendo más papistas que el Papa?
Con la humildad del lego, afirmo que realizar una política fiscal más justa podría promover un crecimiento económico más fuerte y sostenido. Además nos ayudaría a financiar políticas sociales más dinámicas. Así la señora Juanita apoyaría más a su gobierno y sentiría que su democracia es más sensible socialmente. Sumo a todo lo anterior el hecho que los seguidores de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende demostraríamos que aprendimos algunas de las lecciones económicas de sus gobiernos, tanto las que nos inducen a la prudencia, como las que nos llaman a ser más justos. Y creo que Michelle Bachelet dormiría más tranquila, conciliando mejor su sensibilidad, de mujer y doctora, por los desamparados y las clases medias de Chile, y los duros deberes de una Presidenta de la República que sabe decir que “No” cuando realmente no se puede ni se debe hacer otra cosa.
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